Y lo fui todo
Simplemente las vi de casualidad. Nadie se había fijado en ellas. En estos días que corren, las miradas perdidas y los rostros inexpresivos inundan mis mañanas de monotonía y frialdad. Realmente no sé bien el motivo, pero algo hizo que en ese mismo instante me desviase de la carretera y parase el motor del coche.
Miré por un momento a mi alrededor, algo desconcertada observé mi situación. Por un lado algunos coches que pintaban de luces rojas la carretera, despidiéndose de mí. Por el otro, allí seguían sin detenerse, ajenas al tiempo, ajenas al mundo,una bandada de hermosas hojas revoloteando una y otra vez al son que les marcaba juguetón, el viento.
Sin pensármelo, me desabroché el cinturón, sorprendentemente emocionada, y salí del coche con una sonrisa marcada en mi rostro que recordaba aquellas sonrisas limpias e inocentes de la infancia.
Cerré mis ojos para percibir con el resto de sentidos aquel momento, para no perderme ni un solo detalle, y me hice viento silbando libre por aquella pradera, acariciando a mi paso la hierba fresca vestida con húmedo cristal. Seguí sintiendo y me hice sol, despertando de vida. Templado y tenue, regalando color. Apreté con todas mis fuerzas los párpados nuevamente, estremeciéndose mi alma, casi rozando la libertad. Contuve la respiración y por un segundo lo fui todo.
En ese instante en el que el mundo te regala un momento sólo para ti, se despierta tu mirada y es cuando sin darte cuenta te ves bailando con las hojas, cantando con el viento e hipnotizada por el tiempo.
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