-¡Sólo es de juguete!- Le decía una y otra vez la pequeña niña de trenzas pelirrojas, vestido de cuadros y zapatos embarrados. Mientras, la miraba sorprendida, e insistiendo le volvía a decir con tono burlón -¿ Es que acaso no lo ves?, es sólo un juguete, ¡no se mueve!- En ese momento el rostro de Carla se inundó por lágrimas de injusticia, permaneciendo inmóvil, inexpresiva, observando lo que sus manos escondían, protegiéndo del frío, de la lluvia torrencial que ahogaba su dolor, que disolvía su alma, y de las palabras afiladas de sus compañeros de la guardería. Todos uno a uno fueron, curiosos, encerrando en un círculo a las dos pequeñas. Aquella situación llamó la atención de la profesora quien tomó la iniciativa y comenzó a poner orden de inmediato, disolviendo el corro. -A ver, peques, ¿ Quién me puede decir lo que está ocurriendo aquí?, ¿qué te sucede Carlita, acaso te has hecho daño? - - ¡Yo... yo lo se profe!, Carla ha cogido el pajarito de cartón de la jaula y ¡no me lo p