Anudados

Y la furia se desencadenó como la de un titan en esdado puro, los ojos le relampaguearon, y se hicieron unos segundos de silencio, lo miró, sus pupilas se expandieron hasta perder casi por completo su profundo color jade, él la cogió sin pestañear, era ahora o nunca, la apretó contra su pecho y la furia dejó paso al desenfreno y la lujúria en un beso tan eterno que los anudó para siempre.

                                  Inés García  Ecija

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