Sin rumbo
Y por fin
la encontré. Estaba malherida, sin rumbo, vagando entre las calles desiertas en
una noche sin luna ni estrellas.
Bebía olvido, olía a indiferencia, y su voz desgarrada tronaba como eco de su desgracia.
Por fin la encontré, tal cuál la esperaba. Con mirada fría. Con reflejo roto.
No tenía pertenencias, solo un suspiro entrelazado a sus manos, que poco a poco se iba deshilando.
Por fin la encontré, y al mirarla supe que no quería volver, que era peor mi dolor que su agonía.
Y la dejé marchar, con lento paso se alejaba de mí sin mirar atrás. Y mi vacío se hizo abismo, y mi lamento se volvió arena de reloj de tiempo.
Cuando un hombre pierde el alma, cuando su alma lo quiere perder, se aferra a la locura de una vida que quiere y no puede tener.
Inés García Écija
Bebía olvido, olía a indiferencia, y su voz desgarrada tronaba como eco de su desgracia.
Por fin la encontré, tal cuál la esperaba. Con mirada fría. Con reflejo roto.
No tenía pertenencias, solo un suspiro entrelazado a sus manos, que poco a poco se iba deshilando.
Por fin la encontré, y al mirarla supe que no quería volver, que era peor mi dolor que su agonía.
Y la dejé marchar, con lento paso se alejaba de mí sin mirar atrás. Y mi vacío se hizo abismo, y mi lamento se volvió arena de reloj de tiempo.
Cuando un hombre pierde el alma, cuando su alma lo quiere perder, se aferra a la locura de una vida que quiere y no puede tener.
Inés García Écija
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